En mi vida he visitado museos curiosos y este ha pasado a formar parte de esa lista. El 921 Earthquake Museum se encuentra a las afueras de la ciudad de Taichung, en el centro del país. Para llegar se puede tomar un autobús local enfrente de la estación de tren (número 50 o 100) que deja en la entrada de la calle del museo, el trayecto era de alrededor de media hora.
El museo está dedicado principalmente al gran terremoto que sufrió el centro de Taiwán la madrugada del 21 de septiembre de 1999. De hecho, aprovecha las instalaciones del antiguo instituto de la zona, por lo que se puede ver de primera mano las consecuencias en los edificios y pistas deportivas, las cuales por suerte, al ser de noche, estaban vacías.
El terremoto 921 alcanzó los 7.3 en la escala de Richter y tuvo su epicentro en la ciudad de Jiji, cerca de Sun Moon Lake. El temblor se extendió a lo largo de una falla provocando un movimiento vertical (lo normal es que se produzcan sacudidas en sentido horizontal) ocasionando que algunos terrenos quedaran elevados hasta 7 metros por encima de su estado normal.
Se considera este terremoto el segundo más trágico de la historia de Taiwán, con casi 2.500 víctimas y 100.000 hogares destruidos, después del terremoto de 1935, que también sucedió en la zona centro del país y mató a 3.276 personas.
Una de las primeras cosas que llama la atención es precisamente que todas las casas alrededor del museo están abandonadas como resultado del seísmo, que las dejó por completo inhabitables.
La entrada al museo cuesta 50NTD (1,3 eros) para adultos o 30NTD (80 céntimos de euro) con descuento de estudiante.
El recorrido sigue diferentes lugares del antiguo instituto que no dejan al visitante indiferente al ver la magnitud de la catástrofe ocurrida. Uno de los lugares más impactantes es desde lo alto de la pasarela que cruza por encima de los restos, ahora aplastados unos sobre otros, del edificio principal.
El movimiento sísmico fue de tal magnitud que torció vías de tren y columnas, derrumbó edificios de varias plantas como si fueran de papel, destruyó estaciones eléctricas, puentes, carreteras y un sinfín de infraestructuras más.
Pero el objetivo del museo no es sólo rememorar la tragedia sino prevenir otras. Aquí se puede aprender a tomar medidas para que no se produzcan males mayores, como poner sujeciones a los libros de las estanterías, colocar superficies antideslizantes debajo de aparatos pesados o asegurar las lámparas al techo.
Uno de los aspectos que agravan las consecuencias de los terremotos en Taiwán es la construcción de apartamentos ilegales en las azoteas de los edificios (conocidos como rooftop). Frente a un terremoto estas casas no sólo ofrecen poca resistencia para sus propios inquilinos sino también provocan una inestabilidad de toda la estructura que eleva la posibilidad de que el edificio entero se derrumbe.
El museo cuenta también con un simulador que parece el salón de una casa donde te sientas en un sillones y te reproduce el terremoto en magnitud y duración. La sensación, para los que no hemos vivido terremotos hasta llegar a Taiwán, es de incredulidad, ya que parece algo más propio de la atracción de un parque temático que de la naturaleza misma.
El museo está dedicado principalmente al gran terremoto que sufrió el centro de Taiwán la madrugada del 21 de septiembre de 1999. De hecho, aprovecha las instalaciones del antiguo instituto de la zona, por lo que se puede ver de primera mano las consecuencias en los edificios y pistas deportivas, las cuales por suerte, al ser de noche, estaban vacías.
El terremoto 921 alcanzó los 7.3 en la escala de Richter y tuvo su epicentro en la ciudad de Jiji, cerca de Sun Moon Lake. El temblor se extendió a lo largo de una falla provocando un movimiento vertical (lo normal es que se produzcan sacudidas en sentido horizontal) ocasionando que algunos terrenos quedaran elevados hasta 7 metros por encima de su estado normal.
Detalle de la antigua pista de atletismo |
Se considera este terremoto el segundo más trágico de la historia de Taiwán, con casi 2.500 víctimas y 100.000 hogares destruidos, después del terremoto de 1935, que también sucedió en la zona centro del país y mató a 3.276 personas.
Una de las primeras cosas que llama la atención es precisamente que todas las casas alrededor del museo están abandonadas como resultado del seísmo, que las dejó por completo inhabitables.
La entrada al museo cuesta 50NTD (1,3 eros) para adultos o 30NTD (80 céntimos de euro) con descuento de estudiante.
El recorrido sigue diferentes lugares del antiguo instituto que no dejan al visitante indiferente al ver la magnitud de la catástrofe ocurrida. Uno de los lugares más impactantes es desde lo alto de la pasarela que cruza por encima de los restos, ahora aplastados unos sobre otros, del edificio principal.
El movimiento sísmico fue de tal magnitud que torció vías de tren y columnas, derrumbó edificios de varias plantas como si fueran de papel, destruyó estaciones eléctricas, puentes, carreteras y un sinfín de infraestructuras más.
Pero el objetivo del museo no es sólo rememorar la tragedia sino prevenir otras. Aquí se puede aprender a tomar medidas para que no se produzcan males mayores, como poner sujeciones a los libros de las estanterías, colocar superficies antideslizantes debajo de aparatos pesados o asegurar las lámparas al techo.
Uno de los aspectos que agravan las consecuencias de los terremotos en Taiwán es la construcción de apartamentos ilegales en las azoteas de los edificios (conocidos como rooftop). Frente a un terremoto estas casas no sólo ofrecen poca resistencia para sus propios inquilinos sino también provocan una inestabilidad de toda la estructura que eleva la posibilidad de que el edificio entero se derrumbe.
El museo cuenta también con un simulador que parece el salón de una casa donde te sientas en un sillones y te reproduce el terremoto en magnitud y duración. La sensación, para los que no hemos vivido terremotos hasta llegar a Taiwán, es de incredulidad, ya que parece algo más propio de la atracción de un parque temático que de la naturaleza misma.
Un museo que merece la pena ver, lo recomiendo!
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